Por: Darwin Schnaider
En un mundo cada vez más urbanizado, donde el contacto con la naturaleza es cada vez menor, los nuevos espacios de trabajo han adoptado conceptos primarios, como la emoción, el estímulo visual y el confort para lograr una armonía con el entorno natural que favorezca las condiciones de los trabajadores en el mundo. Pues bien, esta problemática ha servido de inspiración para la colección otoño invierno 2024 de la firma italiana Prada en cabeza de Miuccia Prada y Raf Simons.
El escenario, una yuxtaposición entre una oficina con un paisaje natural. Una muestra de la dicotomía de dos mundos coexistentes; los diseñadores han brindado una clase magistral de lo que realmente significa la moda sostenible en una industria en la que se ha dejado de valorar el trabajo, los procesos y los materiales que conlleva la producción de piezas, producto del fast fashion y su producción en masa.
La música, monótona y repetitiva. En total 49 look; el primero un gorro rojo, una camisa amarilla color pastel con cuello y puños blancos, corbata café, pantalones negros acompañados de un cinturón del mismo color y zapatos planos de charol color negro.
Los protagonistas, sin duda los accesorios; gorros en todos los looks que le daban ese pop color a cada atuendo, corbatas vibrantes que te trasportaban a las oficinas y sitios de trabajo; una apuesta de cinturones llamativos entretejidos con el clásico triangulo, muchas gafas y bolsos de trabajo clásicos pero con detalles sutiles.
Gabardinas, abrigos con solapas de picos, chaquetas anchas, camisas, pantalones, sastrería y algunas piezas en denim terminaron de darle vida a la colección.
La paleta, una explosión de colores en gamas pastel, prendas neutras, continuando con tonos rojos, morados, blandos, verdes, amarillo, azules y negros.
Un espectáculo que nos lleva a descubrir las verdades fundamentales como individuos, a identificar nuestros instintos más primitivos y reconocer nuestras emociones.